Comunicación AS, Madrid
En el contexto de los últimos naufragios en el Mediterráneo, en los que se han dejado la vida casi mil personas entre las costas de Libia y Malta, además del centenar de personas que han llegado a Rodas (Grecia) o las otras 450 que han sido recogidas en estos últimos días; desde Asociación para la Solidaridad queremos mostrar nuestra consternación ante una situación que lleva ocurriendo años y para la que demandamos otra sensibilidad a nuestros responsables políticos. Lo hacemos reproduciendo este texto de Manos Unidas que refleja nuestras inquietudes.
Si yo tuviera hijos y viviera en esas condiciones, también me metería en un barco”. “Tenemos que endurecer la política contra las mafias de personas”. “Debemos actuar de manera conjunta ante el problema de la inmigración”… En las reacciones de los políticos de toda Europa ante las terribles tragedias que en los últimos días se han cobrado la vida de más de mil personas en aguas del mar Mediterráneo, desde Manos Unidas echamos en falta a alguien que, desde esa acomodada atalaya de vigías de los aconteceres de este mundo globalizado, entone un verdadero mea culpa que nos señale, también a nosotros, como parte responsable de tanta desgracia, aunque solo sea por nuestra actitud indiferente.
En esta ocasión, las aguas del Mediterráneo se han llevado para siempre los anhelos de futuro de 950 hombres y mujeres que buscaban un destino diferente. Casi mil seres humanos que huían de Siria, Libia y Eritrea. “Hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, que buscan una vida mejor”, que, como aseguró el Papa, “buscaban la felicidad». Dos días antes, fueron otros 400; mañana o pasado serán tres o cuatro de los que nadie hablará, porque esas pequeñas cifras no merecen titulares y, menos aún, declaraciones de buenas intenciones. Y así, mientras no se actúe para hacer frente a las verdaderas causas de estos éxodos forzados, mares y desiertos seguirán alimentándose de esperanzas truncadas.
Cuestión de JUSTICIA
El domingo, cuando comenzaba a conocerse la magnitud del último naufragio, el papa Francisco dirigió un llamamiento a la comunidad internacional para que se actúe “con decisión y prontitud, con el objetivo de evitar que este tipo de tragedias vuelvan a ocurrir». Con toda seguridad el Papa no se refería solo a actuar en las fronteras receptoras de la inmigración, donde se pone fin a los sueños de libertad de miles de personas cada año, apelando a la seguridad y el bienestar de unos, frente a la necesidad de vivir de otros, sino a terminar con los motivos que llevan a miles de personas a dejar todo atrás para jugarse la vida buscando ese horizonte de utopía tan difícil de alcanzar. Guerras, hambre, tierras esquilmadas, corrupción, persecuciones religiosas e ideológicas y conflictos sin fin alimentados por una pobreza causada, consentida y muchas veces mantenida por gobiernos que ahora se echan las manos a la cabeza ante una tragedia que, como tantas otras, podría haberse evitado.
Desde Manos Unidas reclamamos un modo concreto de actuar. Más inversión en programas de Cooperación Internacional y más Ayudas al Desarrollo con los que atajar el problema desde la raíz. Más que titulares, pedimos hechos y acciones concretas para poner fin al incesante goteo de muertes.
Esto no es solo un problema de mafias, sino una cuestión de JUSTICIA.